domingo, 1 de agosto de 2010

La Alquimia del Medio Dorado (parte I)

Lapis inmarcesibile en el centro por la unión
de los principios masculino y  femenino
(Musaeum hermeticum)

Siempre he sentido una atracción especial por la química y la metalurgia desde la infancia.
El hecho de poseer laboratorios improvisados como el patio de luces de la peluquería de mi amigo de la infancia César, donde las distintas lacas, champús, colonias y productos de colores infinitos nos brindaron la posibilidad de repetir experimentos al modo del Doctor Jekyll (sin ingerir los resultados claro está) tras los cuales apreciábamos extraordinarios cambios de texturas y tonos en las mezclas, sorprendentes calentamientos de productos aparentemente inertes y finalmente como un gran cremà final, el fogonazo de aquellas mezclas realizada con un reguero de colonia de seguridad. El laboratorio fue clausurado por su padre.
Posteriormente tuve el juego de química “Quimicefa” y también me quedaba absorto ante los cambios de colores de los indicadores ácido-base, las cristalizaciones de las sales y sobre todo por las reacciones exotérmicas. Por desgracia, hubo también otro desafortunado incidente en una reacción química que acabó como una explosión estromboliana con lava química lanzada en las cortinas de la habitación.
La metalurgia era otra cosa. Según Mircea Eliade, los primitivos herreros trabajaron el hierro de los meteoritos antes de aprender a utilizar los minerales ferrosos terrestres. Este origen cósmico de la materia prima, les confirió a los primeros metalúrgicos un estatus diferencial, ya que trabajaban con objetos provenientes directamente del Cielo. Éstos entraban en contacto con fuerzas misteriosas y peligrosas y podían ser tildados de hechiceros. Por otro lado, los herreros también fueron los principales agentes de difusión de mitologías, ritos y misterios metalúrgicos.
Mi abuelo era un metalúrgico esencial. Amaba los metales, los extraía y reciclaba con gran cuidado y precisión. Sabía sus precios de mercado en las chatarrerías y pasaba interminables horas tocándolos y depurándolos.
Nosotros en nuestros solares, cual grandes laboratorios físicos, también extractábamos el cobre de los motores de las lavadoras, el estaño de los circuitos primitivos e incluso el bronce de restos de viejas campanas de iglesia defectuosas lanzadas por una fundición cercana al jardín de Ayora (ver post de "La infancia en el Medio Dorado").
El ser humano ama los metales, los necesita. La conquista de toda América ha sido protagonizada por distintas fiebres del “Oro”. El mito del Dorado, el cuento del Rey Midas y toda la mitología occidental y oriental está teñida por alusiones a seres áureos, argénteos y de todo tipo de metales diversos.
Quizás los metales sean como los huesos de la tierra. Nuestros grandes rascacielos de estructuras de acero o de hormigón y barras de hierro así lo atestiguan en el supramundo.
Nuestros vehículos, aviones y barcos, circuitos, microprocesadores y toda nuestra tecnología precisa de metales para existir. Sin los metales, sin los tornillos que lo fijan casi todo, sin la edad del bronce y del hierro el ser humano no sería nada de lo que es hoy día.
Después de la última debacle ecónomica en la que los billetes y los derivados financieros han dejado de ser un valor económico absoluto de seguridad y rentabilidad, se vuelve hablar del oro como “valor refugio”. No obstante hasta 1944 con los acuerdos de Bretton Woods, el patrón oro o el bimetálico eran los universalmente aceptados como respaldo de los billetes en la edad moderna. Antiguamente las monedas más valiosas eran las acuñadas directamente en aleaciones de oro y plata.
Sociedades primitivas y modernas se cubren literalmente el cuerpo de metales y de oro, hasta los piercings de nuestras sociedades tienen reminiscencias de este culto ancestral.
Entre los graves problemas de nuestra insostenible civilización en un futuro muy próximo, destaca el de que el suministro de materias primas energéticas no renovables y especialmente de los recursos minerales sea cada vez más escaso, caro y dificultoso.
Uno de los mitos más erróneos de occidente ha sido el de identificar toda la tradición histórica científico-mística de la química y la metalurgia antiguas con la de la Alquimia de una forma despectiva.
Laboratorio alquímico

La información que nos ha llegado sobre este arte es que su objetivo principal era la conversión de los metales ordinarios en oro, además de perseguir otros remedios milagrosos como el elixir de la eterna juventud. Esto se pudo dar en algunos seguidores de esta disciplina poco rigurosos o con ánimo de lucro rápido. Pero la realidad es que eran la mayoría eran investigadores y pensadores cultos, inteligentes y bien intencionados e incluso distinguidos científicos o artistas, como Aristóteles, Ibn‘Arabí, Geber, Raimon Llull, Paracelso, Isaac Newton, Robert Boyle y William Blake entre otros muchos. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma y gracias a sus estudios se han descubierto infinitud de sustancias químicas, medicamentos y aleaciones de gran utilidad para el género humano.

Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. En la Edad media y siendo el motor de transmisión la cultura árabe en occidente, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales.
Estas personas buscaron la autorrealización espiritual en una especie de mística sin Dios (aunque también se produjo el sincretismo y la utilización de símbolos con todas la religiones) por medio de un trabajo energético interno continuo o Alquimia interna. Realmente eran los equivalentes a los yoguis de la India en occidente y también eran maestros del simbolismo atemporal.

Cristo entre los 4 elementos
de la creación

Ellos mismos ocultaron sus verdaderas intenciones por medio de un lenguaje simbólico complejo para “iniciados” con el doble fin de evitar que sus conocimientos fueran utilizados por personas con oscuras intenciones o para no ser perseguidos por distintas ortodoxias religiosas.
Hace un tiempo escuché de parte de un gran estudioso del simbolismo, Alejandro Martínez; una definición de Dios que me pareció muy interesante: "Dios es presión".
Independientemente de nuestro nivel de creencia en lo espiritual o lo divino, la definición es muy sugerente. ¿Por qué el ser humano está impelido a evolucionar continuamente, mejorar y evolucionar en el ámbito del conocimiento, de la empresa, de los deportes?…quizás porque una energía cósmica universal nos induce a ello (ex-presión).
La Alquimia como tradición de conocimiento simbólico universal, habla de ello también. El proceso alquímico es de tipo evolutivo, depurativo y de perfeccionamiento individual. El alquimista es un ser comprometido con su evolución interna.
Mi intención es describir como el arte de la Alquimia de los verdaderos científicos, inventores y filósofos es un desarrollo de índole universal que curiosamente se ha repetido en otras civilizaciones tan lejanas en el espacio y tiempo como la babilónica, la egipcia, la hindú o la china y que por otro lado, sus conceptos esenciales pueden ser de gran utilidad para ayudarnos a encontrar el equilibrio interno y la autorealización en el estadio del Medio Dorado.
También el proceso alquímico se puede relacionar con todo tipo de artes y disciplinas como la pintura, la gastronomía, la medicina, la arquitectura y la literatura, pero todo ello lo dejaremos para otra próxima entrada…
Mercurio y azufre en la retorta
alquímica

7 comentarios:

maria jose larrain dijo...

me gustó mucho!!! Qué bien, que bien... siempre he sido una pertinaz inculta de la alquimia y aquí hay una introducción híper sugerente. Me encantó... Y eso de que Dios es presión, pues... fundamental.

maria jose larrain dijo...

pd. Felicidades Pepe, abrazos y buen verano ;)

Pep R dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Es decir,... nosotros somos el matráz donde se juntan nuestra esencia, nuestras vivencias, nuestra capacidad resolutiva, nuestras inquietudes, nuestro entorno...y esa mezcla de va cociendo dentro y da como resultado nuestra evolución vital cambiante que nosotros podemos ver desde nuestra consciencia de ser y desde esta consciencia dirigirnos, o no, hacia la busqueda de nuestra totalidad...? Un beso. Puri

Pep R dijo...

Muchisimas gracias por tu comentario María José.
Considero que con la Alquimia se ha cometido una deliverada distorsión histórica y por ello me he decidido a escribir sobre ello. En otra entrada contaré nuevos descubrimientos muy interesantes que hecho a partir de un fantástico libro que tengo desde los 12 años.
¿Cómo está tu nena & familia?. Espero que más fantástica todavía que cuando la conocimos.
Abrazos

Pep R dijo...

Respecto a tu comentario, Puri, coincido en que la vida es un proceso alquímico que ésta se va transmutando con el paso del tiempo y la voluntad. Lo difícil es que este proceso sea evolutivo y producido con amor y respeto por uno mismo y los demás. Con personas como tú, todo ello se torna fácil y maravilloso.
Besos

Pep R dijo...

Muchas gracias Fragari,
Observo que estamos más personas de la que pensaba en el trabajo alquímico interno y vital.
Intento entrar en tu foro.
Un fuerte saludo